Me quiere





Palacio Barolo- Av.de Mayo 1370 
Un lunes espero el colectivo y me quedo en la parada, esperando, hasta el otro lunes. Como poco, ocho días del año estoy esperando el colectivo. Es cuestión de hacer la cuenta, sumar los minutos de cada jornada que se dedican a esa activad y quizá, hay personas que pasan muchos más días al año esperando el colectivo. Eso nos permite hacer, en el mientras tanto, pronósticos meteorológicos personales, apreciar cuán pocas estrellas dejan ver lo edificios, calcular cuánto necesitamos para llegar a fin de mes, recordar a ese amigo/a que hace tanto no vemos y hasta inventar algo para la cena. No es poco. No hay otro tiempo para eso y Buenos Aires me lo regala. Buenos Aires me quiere.
Subo al subte, las escaleras sucias, la gente apurada, no hay asiento. Entonces se pueden escuchar conversaciones ajenas y comprender cuanto más light son algunas vidas o cuántos más problemas acuña el prójimo. Si es invierno, me abrigan. Si es verano el viaje es insoportable y así se comprenden las bondades del aire acondicionado y el subsidio a la electricidad y se ansía más llegar al trabajo. Buenos Aires me enseña a valorar las pequeñas cosas. Buenos Aires me quiere.
Los bocinazos y  los motores de los colectivos me inundan la soledad que llevo caminando por las calles porteñas, un ejercicio que también requiere concentración. Seguramente saltear la caca de los perros o los baches de Florida (sí, de Florida) previene de males de la tercera edad. Buenos Aires me cuida. Buenos Aires me quiere.En el parque es otra cosa, hay sol, hay verde, la ciudad parece otra. Mirar para arriba en el centro, hace recuperar el ánimo, la cúpulas, los relojes, esos balcones de edificios que se plantaron pensando en otro país. Las esculturas a cielo abierto, la poca distancia para todo, a pesar de los colectivos. . . Buenos Aires se sufre, atormenta, pero Buenos Aires  atrapa, no  deja ir, ni pensar en ir a ningún otro sitio. Buenos Aires me quiere.
Patricia G.

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