Parque Lezama y la fundación


Nuestro pulmón verde desde 

Don Pedro Mendoza a Ernesto Sábato *


En el lugar donde se encuentra el monumento a Don Pedro de Mendoza, una corriente de historiadores asegura que en 1536 se realizó el primer asentamiento de la fundación de la Ciudad de Buenos Aires. Ocupaban la zona los indios “querandíes” que vivían en los márgenes del río, dedicados a la caza y a la pesca. Pero según el arqueólogo urbano Daniel Shalvenzon, se hicieron excavaciones en el lugar y no se encontraron indicios que demuestren que hubo allí un asentamiento.
En el plano de repartimiento de Juan de Garay en 1580, los solares no se extendían más allá de la calle Chile, pero la mensura de Azores a principios del siglo XVII, las tierras de la ribera del “Riachuelo” figuraban a nombre de doña María Basurco.
Esta enorme manzana de más de 4 hectáreas limitadas por las hoy calle Brasil, Av. Paseo Colón, Av. Martín García y calle Defensa, era hace mucho tiempo, tierras de bañados y riachos, al pie de la barranca corría una desembocadura del Riachuelo, donde se construyó el primitivo puerto. 
 
Donde se halla el Museo de Historia Nacional era la parte superior de la  meseta, una de las seis únicas barrancas naturales (últimas estribaciones de un sistema montañoso muy antiguo en  Buenos Aires).
A fines del siglo XVIII la zona del parque comprendía los terrenos de Juan Necochea Abascal, que poseía el solar que abarcaba el actual parque y la casona del museo. Cercano al lugar se encontraba la Real Compañía de Filipinas.
La zona de la barranca (actual calle Defensa) era propiedad de Don Manuel Gallego y Valcárcel, secretario del virrey de Portugal, quien se la vendió en 1812 en remate público a Don Manuel Mackinlay, por eso se la conocía como barranca del inglés. A principios de 1846, la viuda de Mackinlay se la vendió a un americano, Carlos Horne, quien comenzó a construir allí su residencia.
Pero la verdadera belleza de la quinta llegó en 1857, cuando un acaudalado salteño, Don José Gregorio Lezama, adquirió la quinta de Horne y la amplió con un total de 8.000 kilómetros cuadrados.
Un año después, edificó una majestuosa casona de estilo italiano con galería exterior, verjas, torre, mirador, hornacinas, estatuas y macetones. Su interior fue decorado por el artista uruguayo León Palleja.
Lezama era apasionado por las plantas, y convirtió toda la extensión de sus tierras en un enorme jardín (hizo traer de Europa plantas exóticas y árboles hermosos) como no había igual en Buenos Aires, ornamentado de estatuas de mármol y vanos renacentistas. Allí las familias más encumbradas podían contemplar un bellísimo paisaje y el río en toda su extensión, el nuevo barrio de La Boca y las imponentes mansiones de Barracas al Norte.
Durante 1858 la falta de higiene y los basurales contaminaron las aguas y el cólera se adueñó de la ciudad. Se instaló en la residencia un Lazareto para atender a los enfermos. En 1871, cuando la epidemia de fiebre amarilla, la gran casa también sirvió de albergue a números personas que creían así alejarse del contagio.
En el año 1889 fallece Don Gregorio y su viuda doña Ángela de Álzaga vende las tierras y la casona a la municipalidad de Buenos Aires, con la única condición que el parque lleve el nombre de su difunto esposo y se convierta en un paseo público y gratuito.
En 1887, el entonces intendente de Buenos Aires, Antonio F. Crespo, adquirió el parque y lo destinó a paseo público, con el nombre de “Parque Lezama”, según el deseo de la viuda de Don Gregorio Lezama.
En 1899 se instala allí el Museo Histórico Nacional, destinado según sus fundamentos al mantenimiento de las tradiciones  de la “Revolución de Mayo y de la Guerra de la Independencia”. Su fundador fue el doctor Adolfo Carranza, quien lo dirigió por 25 años y vivió con su familia en el ala izquierda de la mansión.
En 1931 se quitó la reja que rodeaba toda la extensión de la quinta. Crónicas de la época dicen que algunos asaltantes, cuando eran perseguidos por la policía, la escalaban para refugiarse en el parque. A partir de entonces, el paseo fue completamente libre, ya que antes era abierto al público sólo los jueves y domingos.
En 1936, se erigió el monumento a la “cordialidad internacional”, tributo con que Montevideo rindió homenaje a la “Reina del Plata” cuando cumplió los 400 años. El monumento ubicado sobre  la avenida Martín García, está construido íntegramente en bronce y tiene motivos alusivos a la conquista, la flora y la fauna de las tierras del Plata.
En 1938 se construyó una fuente ubicada sobre la calle Brasil en el sitio del antiguo anfiteatro, el monumento a Don Pedro de Mendoza y el busto al alemán Ulrico Smidell (quien fuera acompañante de Pedro de Mendoza y el primer cronista de Buenos Aires). La “loba Capitolia” estatua de bronce (recientemente robada), fue trasladada en el año 1939 desde el famoso “Zoológico del Sud” de Parque Patricios.
Pero el parque no es sólo recuerdos. Hoy los vecinos y visitantes le dan vida propia y movimiento. Una feria artesanal siembra sus senderos de múltiples artículos artesanales y le confiere una ruidosa actividad cada fin de semana.
El maestro Ernesto Sábato escribió una vez…
“… he vuelto a aquel banco de Parque Lezama, lo mismo que entonces se oye la noche, la sorda sirena de un barco lejano. Mis ojos nublados te buscan en vano. Después de diez años he vuelto aquí solo, soñando aquel tiempo, oyendo aquel barco. Mis penas vencieron. El tiempo y la lluvia, el tiempo y la muerte ya todo llevaron…”.

*—Mabel Alicia Crego, Maestra de Sección Escuela N°15 Barracas

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