Seis días de paro del servicio de subterráneos, provocando un caos impesado en el tránsito porteño, ya deficiente y aumentando la ira de los usuarios, dejaron a Mauricio Macri más cerca de perder la batalla. El jefe porteño rechaza administrar el transporte como le corresponde a la ciudad, pero lo obligó una jueza a intervenir y no dudó. Forzado, después de convocar a las paritarias y no lograr avance tras seis horas de debate se animó Macri a que su gobierno dicte una conciliación obligatoria. Para hacer ese gesto lo ampara la propia jueza y la Constitución de la Ciudad, pero quiera o no la decisión lo deja más cercado para aceptar la responsabilidad. Pierde tal vez la batalla con el gobierno nacional que junto con los gremios lo cercan en ese camino, pero gana si en definitiva puede demostrar que es eficiente en algo.
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